Uno intenta dejar la política de lado porque muchas veces genera más que simples encontronazos ideológicos. De hecho, la intención de este blog nunca fue elogiar ni criticar el accionar de un gobierno pero dados los sucesos que se vienen dando desde el año pasado (desde hace años, ¿para qué mentirnos?), me es imposible no escribir una opinión al respecto.

Por default me considero apolítico. Nací y crecí en un país en donde el fútbol, la política y la economía son tres pilares básicos en charlas y discusiones. Demás está decir que todos se creen especialistas en esos temas. Por los dos primeros nunca me interesé y con respecto al último estudié y me recibí de algo similar pero que me terminó desencantando con el pasar del tiempo. 

A medida que uno crece las cosas van tomando otra dimensión. Vas entendiendo más y, creo yo, te sentís más afectado por las distintas decisiones que se toman en el entorno económico y político. No sigo una ideología política ni tampoco simpatizo con una determinada corriente o escuela económica. No voto ciegamente con el propósito de que «el otro pierda» ni porque mis convicciones se alinean con un partido o pensamiento político. Voto hechos y voto propuestas. Algunos pensarán que el votar de esta manera hace mal al país. Yo creo que votar un aparato político obsoleto o «figuritas repetidas de distinto color» es lo que realmente hace mal.

El fanatismo y el culto político me parecen ridículos. Mayor es mi desencanto al ver que aún en pleno siglo XXI la gente, cual cavernícola, se sigue enfrentando y yéndose a las manos (o «a las armas») por distintas formas de pensar políticamente. En Argentina todo está politizado, no hay casi nada exento de la política o de los satélites que orbitan alrededor de ella. Y lamentablemente para que se llegue a un acuerdo y se aplique una ley u ordenanza los políticos dan millones de vueltas. El acuerdo por el bien común no existe desde el comienzo. Las fuerzas oficialistas y opositoras hacen todo lo posible para chocar e imponer sus propias ideas y proyectos. El pueblo no sólo tiene que ser espectador de las, muchas veces, peleas vacías e infantiles sino también de las internas que cada partido político tiene. 

En este país todo es lento y engorroso. La burocracia y la corrupción son un mal que atraviesan a todos los estratos e instituciones públicas y privadas. Queremos y osamos compararnos con países civilizados pero lejos aún estamos de serlo.

No admiro ni pienso como el gobierno de turno. Repudio muchísimas decisiones que han tomado como así también el accionar actitudinal ante determinadas situaciones de corrupción, que aún después de 9 años en el poder siguen acumulando. Pero como repudio también estoy de acuerdo con la idea «noble y a favor del pueblo» detrás de algunas decisiones. Simplemente no me parece adecuada la forma en que se implementan y el precio que la población tiene que pagar. Existen pasos, procedimientos y tiempo para decisiones que afectan a un nivel micro y macro al país.

Un gobierno no debería llenarse la boca con que gobierna a todos los argentinos cuando en realidad sólo tira la manzana endulzada con la mano izquierda a un determinado segmento de la sociedad y con la derecha le roba hasta lo que no se puede robar. Un gobierno debería gobernar y atraer a todas las clases sociales del país sin descuidar a ninguna porque cada una representa, de alguna manera, un motor que hace que el país funcione.    

Y ahora yéndome del otro la la calle y haciendo referencia al título de esta entrada, considero que los argentinos somos hijos del rigor. Nosotros también nos llenamos la boca y ponemos sobre la mesa crítica sobre crítica a cosas que nos afectan o que son en contra del gobierno de turno pero todo queda puertas adentro cuando al día siguiente salimos de nuestras casas con la cabeza baja corriendo para llegar al trabajo por miedo a perderlo. 

Llegamos a nuestras oficinas o lugares de trabajo y aquellos que tienen acceso a una computadora inundan los diarios digitales con criticas u opiniones sobre noticias políticas que nos afectan. He llegado a ver más de 4000 comentarios en un sólo artículo periodístico digital pero al mismo tiempo me pregunto ¿cuántas de esas personas se plantarían frente a la casa de gobierno o cualquier institución para hacer valer sus derechos? Entiendo que el pueblo esté desencantado desde hace años pero justamente el no estar unidos agrava más la situación.

Dicen que somos un país solidario y que damos las manos y hasta los pies a quienes necesiten ayuda. No refuto esto completamente porque sé que entre toda la masa hay personas que hacen ley a lo que muchos de afuera creen de nosotros. Sin embargo el argentino promedio no es para nada solidario, ni siquiera con sus pares. Mientras que las cosas para uno funcionen está todo más que bien. "Mientras pueda llegar a comprarme el televisor LCD que tanto quería está todo joya, la economía del país al demonio. Total, yo ya tengo la tele..."

Esa falta de solidaridad, de unidad y la mezquindad de pensamiento no hacen más que separarnos y dejar de ser un país con principios y convicciones homogéneas. Enarbolamos los símbolos patrios y demostramos al mundo el fanatismo extremo y el orgullo que nos genera ser argentinos pero en casa mientras que nadie nos toque el «ranchito» y nos joda está todo más que bien.

¿Qué es lo que debería suceder para que finalmente nos unamos como pueblo y salgamos adelante? A veces pienso que deberíamos pasar por una guerra y que quede todo en ruinas para ver realmente si en una situación tan extrema nos unimos o simplemente nos terminamos matando los unos a los otros.

¿Hasta cuándo vamos a dejar que nos toquen el culo? ¿Hasta cuándo vamos a preocuparnos por nosotros sin ver qué pasa al lado nuestro? ¿Hasta cuando vamos a llenarnos la boca y escupir palabras que no llevamos a la práctica?

El día en que la educación formal e informal y sobre todo la ignorancia retrocedan, ese día el pueblo habrá comenzado a transitar por el camino hacia el cambio.  

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