Hoy hace 25 años que vine a este mundo. Pensándolo en frío, 25 años son un cuarto de siglo. Pensar que parece haber sido ayer cuando organizaba mis fiestas de cumpleaños y la casa se plagaba de chicos gritando y corriendo de un lado a otro. Sin duda muy buenos recuerdos de mi niñez:
- Ir de antemano a la panadería a encargar una megatorta y sandwiches de miga.
- Ir a la casa de cotillón para comprar todo lo relacionado a la fiesta.
- Invitar a la gente.
- Recibirlos.
- Divertirse.
- Hacer maldades.
- Cortar la torta.
- Pelearse.
- Amigarse.
- Recibir regalos.
Con el tiempo los festejos van cambiando, se «aggiornan» a nuestra edad y contexto cultural y social. Al principio fueron fiestas infantiles, luego almuerzos en un patio de comidas y tarde de fichines, más tarde partidas de bowling para terminar festejando en casa. Pasando los 18 años, salidas nocturnas a algún restaurant o bar, etc. Hoy a los 25 no estoy muy entusiasmado por el festejo, quizás sea porque estoy un poco deprimido, desganado, conflictuado, decepcionado y desencantado con parte de mi círculo social. Mi cumpleaños no me representa nada grande hoy en día salvo el triste recuerdo que el tiempo sigue pasando y no perdona en lo absoluto. Espero recuperar ese encanto por esta fecha en algún momento.
Quizás la gente, el lugar o un período de vida futuro me ayude a lograrlo. Pero de algo estoy seguro, aquí o allá el tiempo sigue caminando y no te concede ninguna ventaja.
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