Sí, no vamos a negar que una metrópolis es ruidosa pero si Buenos Aires no tiene el primer puesto en ruidos molestos se lleva el segundo. Soy un bicho de ciudad y aún la idea de vivir en las afueras, en un pueblo o en el campo me resulta un poco chocante pero últimamente, vejez de por medio, me estoy sintiendo muy irritado por la cantidad de contaminación auditiva de mi ciudad. 

Si analizamos a grandes rasgos cuáles son los problemas de fondo creo que llegaríamos a dos «culpables»: el gobierno nacional o local al no llevar políticas proactivas en pos de reducir la contaminación auditiva (y también medioambiental) y a esa manga de atorrantes, fanfarrones y soberbios llamados porteños (y el que tenga ganas de generalizar: argentinos).

Vivo a una cuadra de una avenida, el ruido de la misma por suerte no llega hasta mi casa, sin embargo los camiones que salen de una distribuidora de una «famosa marca de bebidas refrescantes color caramelo oscuro» no tienen mejor idea que utilizar la calle aledaña, empedrada, para pasar sus toneladas de hierro y refrescos e irrumpir en la tranquilidad del barrio sin el menor escrúpulo ¿Dónde está el gobierno para reglar a estas empresas e imponer las multas necesarias? ¿Por qué los camiones no utilizan la avenida, asfaltada y con un mayor número de carriles disponibles?

Mi vecino de abajo hace años que está refaccionando su casa. Después de casi 2 años de ruido de construcción constante aún nos tenemos que desayunar, almorzar, merendar y cenar los malditos ruidos provenientes de su martillo y sierra eléctrica porque al señor parece que le gusta hacer mucho trabajo artesanal. Sábados, domingos, días feriados e incluso navidad y año nuevo se vieron arruinados porque mi vecino en vez de descansar o dedicarle tiempo a su familia decidió darle al martillo, a la sierra y al soplete. Lamentablemente la Ciudad de Buenos Aires no cuenta con una reglamentación sobre ruidos molestos. Solamente establece que no se deberían exceder una determinada cantidad de decibeles en concepto de ruido. Sí, me encantaría tener un decibelímetro o un sonómetro para así saber si mis vecinos se «pasan de la raya o no» pero el tema es que este mes (ironía ironía) no llegué con los ahorros...

Tengo otros vecinos (a mi izquierda) que también son ruidosos. Cuando la mujer que vive allí recibe al «cardumen de nietos» no hago más que exasperarme porque su terraza, que linda con mi habitación, y si el clima acompaña, se transforma en un pseudo parque de diversiones con gritos y ruidos. Lo más angustiante no son los chicos en sí sino los constantes pelotazos hacia la pared. Dele que dele, peloteando sin cesar hasta que el sol se pone. No conformes con eso, el nieto grandulón con pelos en las piernas le utiliza la casa a la señora cuando se va a su pueblo para poder juntarse con sus amigotes. Ruidos, gritos, alcohol y esa maldita pelota son lo que separa una pared de mi habitación ¿Qué necesidad de pelotear a las 3 de la mañana? ¿Qué necesidad cuando tenés una plaza con una cancha recién remodelada a 3 cuadras? Mi mujer, con un humor de mierd@ de por medio, me dice que en Alemania ella tranquilamente podría llamar a la policía para bajarles un cambio y que incluso hay reglamentaciones que impiden que se hagan ruidos molestos los días de semana durante la tarde (simil horario de siesta sudaca) y los domingos. Yo con mi resignación típica argenta le respondo: «Querida, estás en Argentina, no esperes milagros».

El domingo planeamos pasar el día con unos amigos en los bosques de Ezeiza. Es un lugar muy lindo y lo más parecido a un bosque de verdad, según mi mujer proveniente del campo, en las cercanías de Buenos Aires. El aire que se respira es distinto al de la ciudad, no hay suciedad y lo único que escuchás son el viento y los pájaros. Obviamente, como todo porteño y conurbanense bien promedio y mersa, cuando tenés un sábado o domingo lindo lo primero que decís es «salgamos de la ciudad, hagamos un asado y pasemos el día» y es ahí cuando una horda de autos se avasalla hacia los accesos de la ciudad transformándolos en cuellos de botella por horas y horas. Al llegar al lugar donde creías que iba a estar tranquilo te encontrás con que miles de personas coparon las mesas y parrillas haciéndote correr de un lado al otro para encontrar alguna disponible. Aprovechando la muchedumbre, los vendedores ambulantes, que en su vida pisarían un bosque, hacen su aparición vendiendo lo inimaginable: pastelitos, repelente para mosquitos, fundas para almohadas, un paseo en poni y su respectiva foto, aromatizantes de ambientes, barriletes, etc. Sumado a los nenes que van y vienen corriendo de un lado al otro y los miles de mini equipitos de audio o parlantes de cada mesa sonando constantemente tenés que bancarte al más mersa de todos. Sí, ese que viene con sus altas llantas y su Fiat 147, perfumado, engelado, con su pantalón deportivo y su camisa simil Lacoste no a disfrutar del día si no a presumir el estéreo de $5000 que se «compró» y que te hace pensar cómo es que vos con tu trabajo o tus ahorros no llegás a ese televisor LCD que tantas ganas tenés de comprarte. Este ser que pone su música de dudosa reputación como si el bosque o el parque fuera una pista de boliche bailable quiebra totalmente el ambiente familiar y «ameno» del lugar ¿Por qué son así las personas? ¿Acaso es tan difícil tener un poco de consideración con los otros? 

Quien haya puesto un pie en Buenos Aires sabe lo que estoy escribiendo y, lamentablemente, esto de lo que me quejo no es nada comparado a lo que pasa afuera o en barrios con mayor hacinamiento: congestionamientos, bocinazos, piquetes, manifestaciones, gente maleducada gritando, los 400 perros que viven en cada cuadra, el camión de la basura que en vez de pasar a las 20 h pasa a las 23 h y despierta hasta un muerto, los autos y motos a los cuales se le modificó el escape y hacen un ruido infernal como si corrieran el TC 2000, las calles que están en un estado pésimo o asfaltadas con materiales de baja calidad que no absorben el sonido de los automóviles que pasan, etc. 

Hay una frase en el ambiente legal que dice: «el derecho de una persona termina cuando comienza el de la otra». Tu derecho de circular con tu camión, hacer refacciones en tu casa, pelotear la pared de tu terraza o escuchar música espantosa termina cuando comienza mi derecho de estudiar, descansar o disfrutar de un día en familia o con amigos. Con un Estado ausente que no dispone de una reglamentación clara, ¿cómo es posible fijar un límite entre comienzo y fin o «resolver» tales inconvenientes? A lo argentino promedio que se lleva el mundo por delante: insultando, gritando a la pared, quejándose sin hacer nada, agarrando un palo y haciéndose el cocorito, yendose a las piñas o agarrándose de las mechas. Se supone que con el pasar de los años el hombre fue evolucionando. Yo creo que desde hace años y en ciertas sociedades y culturas esa evolución devino en un retroceso.

En Alemania esto no va a pasar y si sucede sé que (saca el garca de adentro) como joven-viejo cascarrabias y malo levanto el tubo del teléfono y se termina la joda.

3 comentarios:

  1. Como hermano uruguayo te entiendo, como sudaca te entiendo porque casi toda mi vida viví en barrios con mucho ruido. Me gustaria saber si esto solo pasa con nuestros paises o es algo general de este conito. Te cuento una cortita; una vez en estando en Dinamarca fui a conocer esta cadena de himpermercados que se llama Ikea. Mientras ibamos en el bus, parte del trayecto la hizo en un tramo que parecia una ruta. Esa ruta tenia unos muros altos como de vidrio. Indio yo, pregunté para que eran...´´son para aislar el ruido de los vehiculos de las casas que estan hacia los costados, el ruido se ´´embolsa´´ entre estos muros´´ Me dije; ´´que lejos estamos de esto...´´

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    1. Realmente es una incógnita para mí cómo serán los países en la región. Solamente tuve la suerte de visitar Colonia del Sacramento en dos oportunidades pero, dejando de lado que es un destino turístico, me imagino que no hay punto de comparación con las capitales porque siempre son la antítesis del resto del país.

      Si ya tuviste o cuando tengas la oportunidad de conocer otros lugares de Argentina vas a ver que la vida en los pueblos del interior (no en el conurbano) es completamente opuesta a la de la ciudad y generalmente son más tranquilos y limpios (por ejemplo). Me da la sensación de que tienen un mayor sentimiento de pertenencia y eso hace que sean más cuidadosos en todo sentido. Ojo, siempre están los inadaptados de siempre y las excepciones pero eso pasa hasta en los mejores países. Lo que sí las motocicletas son una plaga y el ruido es insoportable. No agarran una bicicleta ni a palos, y eso que son pueblos de 10x10 cuadras...

      En fin, cuando vuelva a la Argentina espero que las cosas hayan cambiado un poco y ojalá tenga la oportunidad de irme a vivir al sur o frente al mar y no depender más de B.A.! Quizás para ese entonces nuestros países cuenten con los muros de contención que me comentás, quizás...

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  2. jajaja amigos...me siento bien...no soy el único rioplatense que putea por lo mismo. Y vaya que no lo banco mas y por ello como relatara en otro comentario de este blog, he resuelto comprarme un motorhome !!!
    abrazo

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