A los alemanes les encanta hablar por teléfono. Dejando de lado a mi mujer que comparte conmigo el odio por levantar el tubo, los germanos tienen una obsesión con llamar por teléfono que me enferma.

Si uno entra a cualquier sitio web de una institución gubernamental, ONG, o una empresa siempre aparecen listadas en el la sección de contacto las personas con una jerarquía importante (y otras también), su número telefónico laboral y el horario en que la GENTE COMÚN, sin intermediarios, puede llamarlos. No solo están en los sitios web sino también en folletos e inclusive muchas veces en las placas que los profesionales independientes suelen colocar en la entrada del edificio donde se encuentran sus oficinas/consultorios.

A diferencia de mis trabajos anteriores, donde el número de teléfono laboral era sagrado y antes de que se puedan comunicar con vos tenían que sortear varios obstáculos en los que incluyo el hecho de que no te atiendan, el conmutador que no funciona, la recepcionista que no sabe pasar la llamada o la secretaria vueltera, acá es tan natural llamar por teléfono que hasta inclusive en el ámbito personal cuando se levanta el tubo en vez de decir "Hola" o "¿Sí?" se dice "Herr/Frau XXXX" (Señor/a XXXX) o directamente el apellido sin ningún otro adorno a la frase que la haga más carismática o amistosa. Cada vez que atienden el teléfono me da la sensación de estar en una oficina del FBI.

Odio hablar por teléfono cuando no conozco a la persona. Odio hacerlo en castellano y en cualquier otro idioma que pueda hablar. Soy de esos que si tienen que tomarse un colectivo y viajar una hora para preguntar algo, lo hace. Pero hay veces que la distancia y la cultura realmente te juegan en contra y no te queda otra que levantar el tubo y marcar. Finalmente me llegó ese momento...

La semana pasada tuve que pedir un turno en la oficina de extranjeros para poder continuar con el trámite del permiso de residencia. Como mi mujer no está disponible a la mañana y EL HORARIO DE ATENCIÓN AL PÚBLICO ES A LA MAÑANA (huele mucho a dependencia del Estado Argentino) no me quedó otra que llamar yo con la contención psicológica de mi suegra. Llamé. Me atendió una mujer y le dije que quería coordinar un turno con ella, me dijo que en ese momento estaba con otra persona, que la llamara en 10 minutos. Entendí todo y reaccioné con el timing y las palabras correctas. A los 10 minutos vuelvo a intentar. Nadie atiende. Así por 15 minutos más. «Chicanas» dijo mi suegra. «Puras chicanas para que desistas», continuó. Luego de varios intentos la mujer atiende muy irritada. Le digo que quiero concretar un turno con ella por un permiso de residencia. Ahí empezó el terror: Entiendo que luego me pregunta para qué fecha sin embargo me preguntó si era para mí o para otra persona. Titubeé. Amagué a tirar una fecha y mi suegra, también en un ataque de irritabilidad, toma el teléfono salvándome de seguir hablando y finalmente concretando el turno por mí.  

¿Tan difícil es dar también la posibilidad de hacer un turno vía internet o por correo electrónico? Yo no te molesto, vos no me molestás, me asigna automáticamente el turno un sistema o simplemente me contestás con tu disponibilidad cuando vos querés y sin siquiera haber escuchado el ring del teléfono. Yo contento, vos también. Ambos terminamos el día con una sonrisa y sin estrés telefónico.

Qué lo parió...

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