Ni me atrevo a fijarme la fecha del último post, sería una terrible vergüenza para mí ver que el blog quedó abandonado en las más oscuras y viles penumbras (ataque de inspiración poética). Simplemente me largo a escribir y a ordenar un poco los acontecimientos que pasaron últimamente.

¿Por dónde empezar? Si fuera por mí, empezaría desde navidad del año pasado ya que no conté absolutamente NADA al respecto pero creo más conveniente ir relatando lo más significativo en distintos posteos, yendo y viniendo en el tiempo. Entonces, yendo al grano, ¿qué es lo que pasó desde la última vez que decidí darle bola a este blog? Me fui a Suiza (experiencia que contaré en otra oportunidad) y me «mudé».

Comillas (y para colmo comillas «latinas»). Me encantan las comillas y las itálicas. Para ser sincero, carezco de conocimentos de estilos de escritura por lo que las uso a ojo (si alguien me quiere dar una mano con esto lo invito a que me deje un mensaje) por lo que no sé si las estoy utilizando correctamente. Mi objetivo con las mismas es resaltar una palabra, ya sea por su origen extranjero, por su no existencia en la lengua castellana, para enfatizar una frase, para tomar distancia y, particularmente, para enfatizar algo que dista de la realidad ¿Un poco complicado, verdad? Prosigo entonces:


Para los últimos días de marzo, con un invierno ya demasiado extendido para mi gusto (y para el de los locales también, madre mía), mi mujer recibe una carta de una de las universidades a las cuales aplicó para poder estudiar medicina a partir del semestre de verano 2013 (abril-julio). Fue una sorpresa porque ya daba por descartado que esta oportunidad se iba a dar. El año pasado sucedió algo similar pero los plazos para confirmar el cupo y efectuar una eventual mudanza sumado al cinturón financiero por el cual estábamos pasando lo hizo no viable, perdiendo obviamente la posibilidad de que ella pudiera entrar a medicina.



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Antes de continuar quisiera hacer un paréntesis aparte y explicar brévemente el porqué de lo complicado de estudiar medicina en Alemania. A diferencia de quizá en otros países, estudiar medicina (y otras carreras particulares) no es una suerte de ir a la universidad deseada, matricularse y comenzar las clases. Uno tiene que aplicar, a través de un sistema, a una plaza para estudiar la carrera lo cual obliga a entregar muchísima documentación y elegir cinco «posibles» universidades de todo el país que ofrezcan la carrera en el semestre en el cual se quiere comenzar a estudiar. Hasta ahí todo bien, uno dice «apliqué a 5 universidades, voy a entrar, seguro». 


Para ir pinchándoles el globo a aquellos que así lo creían les cuento que no es tan «así». En base a muchos factores, como por ejemplo la edad, la nota final de la escuela secundaria, dónde uno vive, si ya realizó/comenzó algún otro estudio anteriormente, alguna experiencia laboral rentada o no, etc., el sistema asigna, mediante algún turbio algoritmo que problablemente esté más que cuestionado, una especie de puntaje para cada universidad a la cual se aplicó. Si uno queda o no depende del puntaje obtenido, el cual uno puede ir «mejorando» las chances de quedar aplicando a universidades que ofrezcan una mayor cantidad de plazas. El número de plazas ofrecido depende de cuánta gente quiere estudiar en esas universidades ya sea porque es una casa de estudios conocida, por su calidad, por su simple demanda o ubicación, entre otros factores. Es por eso que se tienen más chances de entrar a una universidad que este «rankeada» un poco más abajo que otras más demandadas. Que una universidad esté por debajo o por encima de otra no quita que sea peor o mejor. Creo que cada nuna tiene sus fortalezas y debilidades, pero a la luz de los ojos de un estudiante típico promedio, me imagino que sería muchísimo más atractivo estudiar por ejemplo en Berlín o en una gran ciudad que en una ciudad «provinciana» ya que la oferta de las mismas es más grande y diversa.


Después de un tiempo uno recibe una carta con su ranking para cada universidad. Si se entró a alguna de las cinco, ¡buenísimo! Si encima, es una de las que más se quería, mejor («ay gracias mamita por favor Karinaaaaaaaaaaaaa». Sólo para entendidos de la tele mediática argentina). Si no se entró a ninguna, depresión y una 9 mm ¿Y ahora? ¿Abandonar el sueño de ser médico/a y dedicarse a algo que a uno no le gusta? Aún no. Si no se entró en esta primera etapa, existe la posibilidad de entrar en una segunda etapa, con sus respectivas desventajas, cuándo no. Las cinco universidades (no el vil sistema) van a tomar el expediente de uno, lo van a analizar y van a decidir ellas mismas si le ofrecen una plaza a la persona o no. El tema es que el expediente se evalúa de uno a la vez, es decir, primero lo ve la universidad A, si ella no toma al postulante, los papeles pasan a la universidad B y así sucesivamente hasta agotar todas las posibilidades. Lo bueno es que el expediente pasa por las manos de todas las instituciones y uno «puede llegar a entrar», lo malo es que lleva más tiempo de lo normal. 


Para no ser pesimistas (y poder entrar finalmente a esta maldita carrera en esta maldita y ya extensa explicación), supongamos que la universidad C (ya habiendo pasado por A y B) decide tomarnos. La misma puede citarnos para una entrevista personal o simplemente enviarnos la carta confirmándonos que que nos dieron una plaza y que tenemos que confirmarla. Ahorrándonos la entrevista, supongamos que tenemos la carta en nuestras manos. La felicidad nos invade, contenemos las ganas de hacernos pis encima (de la emoción) y seguimos leyendo toda la información que aparece en la misma. Nos quedamos «secos» al ver el tan apretado plazo de confirmación y al ver que las clases comienzan en menos de una semana, que ya comenzaron y lo peor de todo: que la universidad que nos ofrece la plaza queda en la otra punta del país. Para los argentinos, imagínense tener que gestionar todo para mudarse en el plazo de una semana a Salta o a Tierra del Fuego, lugares donde probablemente no conozcan a nadie, para estudiar. Es acá donde muchos desisten o se encomiendan a Dios y van para adelante y que sea lo que tenga que ser. 


Básicamente es así el proceso para entrar a medicina. Cuestionable o no, es lo que por el momento hay y uno tiene dos opciones: adecuarse al sistema o hacerse oir y esperar una más que posible pero poco alentadora respuesta.


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Recapitulando con mi relato, en un plazo de alrededor de tres semanas había que hacer todo: confirmar, enviar papeles faltantes a la nueva universidad (como si ya no se hubiesen mandado muchos) y buscar un departamento. Habiéndose contactado sin éxito con muchos anuncios y con una sola cita (cuyos oferentes luego no respondieron luego al tocar el timbre) para ver un departamento, partió mi mujer hacia la nueva ciudad en busca de un techo para alquilar. En una crisis, un sábado, con un ticket de vuelta para esa misma noche y sin haber concretado nada, responde una agente inmobiliaria que no había respondido la semana anterior y se concreta una visita a ver dos departamentos. Y es así como en el plazo de la siguiente semana mi mujer firmó el contrato de alquiler y comenzó todo el proeso de mudanza ya que las clases comenzarían en breve.

¿Y qué hay de mí? Me vi frente a una bifurcación en mi camino. Tenía la opción de quedarme en lo de mis suegros (en Bélgica) y resolver mi situación laboral y volver a vivir eventualmente en el corto plazo con mi mujer, si ella consiguiere una persona en alguna universidad más cercana y que esté interesada en cambiar su plaza de estudio o, tomar los riesgos y mudarme con ella. Habiendo ya experimentado lo que significa estar separado de la persona que uno ama y decidido a una vez por todas a comenzar mi vida marital bajo un mismo techo, tomé la decisión de irme con ella. 

Altstadt de Würzburg. Sí, hay una iglesia cada 50 m.
Y me hallo yo acá, en Würzburg. Una suerte de ciudad-pueblo en el Bundesland de Bavaria (Bayern), con nueva gente (que deja mucho que desear), nuevas reglas y, de nuevo, una vida en donde aún mi mente sigue deambulando en el más remoto oeste de Alemania. Confieso que me vi muy optimista al principio. El venir acá y ponerle todas las pilas para tener una mejor perspectiva pero pasan las semanas y no hay manera de arrancar. No sé si soy yo, que aún no entiendo el ritmo de la sociedad alemana, o el lugar, que en cuestiones laborales está más que muerto, pero no logro pararme y repuntar. La ciudad es pintoresca, el departamento está bien ubicado, tenemos un balcón de proporciones generosas que da a una arboleda y a un arroyo, los pajaritos cantan la mayoría del tiempo, hay una ardilla que va y viene sobre las ramas de los árboles, y hasta hay tres supermercados en la cercanía, uno de ellos ubicado en la esquina. Pasan dos colectivos cuya parada está a menos de 5 minutos a pie y tenemos cerca un bosque y campos que permiten ver desde la altura el barrio ¿Qué más podría pedir con respecto a la ubicación? El departamento lo tiene todo como para empezar, hasta un vecino odiosamente generoso y amigable que nos prestó sillas y una mesa a falta de las nuestras ¿Pero qué sucede cuando no se siente que este es EL lugar que deberías considerar «casa»? Sí, se puede pensar que aún estando recién mudado todo es nuevo y no se pueden realizar demasiadas conjeturas al respecto, pero día a día, semana a semana siento que este lugar no es el mío. Cierro los ojos y me dejo llevar a Aachen y sus alrededores y a la región germanófona de Bélgica. Esa es mi «casa» en Europa, a pesar de haber pasado la mayor del tiempo del otro lado de la frontera, la mayoría de mi vida giraba en torno a Aachen. Ahí hice mis cursos de alemán, ahí conocí gente, ahí iba a comprar, sé manejarme por la ciudad, conozco las líneas de colectivos, y para mí lo más importante de todo: mi familia política está más que cerca. No lo digo porque sea un beneficio propio, sino porque sé que para mi mujer es muy importante tener a su familia cerca y que esto le hace bien. 

¿Cómo sigue todo esto? Mi mujer también siente lo mismo con respecto al lugar, no es para ella pero no quedó otra posibilidad para entrar al sistema sin seguir perdiendo meses, por lo que está viendo la posibilidad de encontrar a personas de alguna universidad en NRW (preferentemente Aachen, Colonia, Bonn o Düsseldorf) para cambiar a partir del próximo semestre y así volver para el oeste. Para los feriados de Pentecostés vamos a vivitar a su familia por lo que ahí voy a aprovechar la oportunidad y me voy a registrar en Jobcenter de Aachen para figurar como una persona que busca activamente trabajo y ver las distintas posibilidades que me pueden dar. Después de tantos meses de estudio, práctica e integración tengo el nivel suficiente de alemán para poder manejarme en un ambiente laboral. Mi autoestima siempre estuvo más que en el piso, diría yo que siempre estuvo en el tercer subsuelo, pero es hora de que empiece a levantarme y a hacer frente a esta sociedad y sistema. Acá o es uno y el sistema o el sistema solamente (no ambos), porque este último junto a todas las presiones que genera terminan comiendo a uno sin dar oportunidad alguna en el caso que uno se deje estar. Qué mejor frase para resumir cómo es el sistema acá: «Cocodrilo que se duerme es cartera».

Soy optimista al respecto, volvería y viviría separado de mi mujer (limitadamente, obvio), si consiguiera un trabajo en Aachen o en la región. Hay que verle el lado positivo a las cosas y a la experiencia en sí. Sé que en el futuro todo va a ser no más que una simple anécdota para recordar, mientras tanto hay que vivir el día a día, pero ¿a qué precio, no?

Más fotos a continuación:





Nunca olvidar que el camino es largo pero noble.
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